Déjalo, no insistas, no lo vas a entender.
Que no, que no es una cuestión ni de distancias, ni de tiempos, ni de ganar o perder, ni mucho menos de gloria o fracaso, no sigas, no tiene sentido.
Que no, que no te puedo explicar lo que es vivir con un nudo de miedos e incertidumbres en el estómago, un mar de dudas que no te abandona hasta que te fundes en el abrazo de bienvenida con esos mis locos que, año tras año, vuelven para inyectarse la misma droga. Aquí no hay palabras, aquí hay sentimiento, cómo quieres que te lo explique.
Cómo quieres que te explique las sensaciones previas, el neopreno, la calidez sobre tu piel, ese olor que te transporta a tiempos pasados, en ese mismo escenario, con esa misma gente, te entra el miedo, parece mentira, las manos tiemblan tantos años después, pero ahí está presto el compañero de nombre desconocido “deja que yo te lo subo”.